¿Cuántos veranos más deseando otro cuerpo?
Desde que tengo uso de razón, mi cuerpo ha sido objeto de muchas inseguridades. En vez de darle las gracias por permitirme vivir, muchas veces me causa rechazo.
Bona tarda, floretes.🏖️
Se viene post intenso y duro. Voy a hablar sobre el peso y el cuerpo. Os aviso por si es un tema sensible y preferís no leer sobre ello.
No recuerdo un solo momento de mi vida en el que no haya deseado tener otro cuerpo. Siempre he pensado que el mío tenía que ser distinto. Lo curioso es que, cuando pasa el tiempo y miro fotos antiguas, me veo preciosa. Pero en aquel momento, cuando me tomaba la foto, no era capaz de verlo.
Estoy hablando de lo físico, claro. Me miro al espejo y siempre hay algo que no me gusta: que si los brazos podrían estar más delgados, las piernas menos gruesas, la tripa más plana, la celulitis menos visible… Y la lista sigue un buen rato.
Lo pasado siempre es mejor… (mentira)
El año pasado sentía que había engordado respecto al anterior. Me veía menos favorecida. Esta semana, mirando fotos del verano pasado, me he visto tan guapa... pero, por supuesto, este año vuelvo a sentirme menos favorecida porque he cogido algo de peso. Soy plenamente consciente de que he engordado respecto al año pasado. Y es que siempre tiendo a verme mejor en cualquier tiempo anterior. Así que es probable que el año que viene vea fotos actuales y piense: qué guapa. Pero ahora, no lo veo.
Por si yo no lo supiera o no tuviera espejos para saber que he cogido algo de peso, siempre tendré a mi madre para recordármelo. Basta ya con los comentarios sobre cuerpos ajenos. Hacen mucho daño.
Presión estética
Vivimos en una era tecnológica donde estamos constantemente expuestos a imágenes, mensajes y cuerpos idealizados. En verano, esos mensajes se intensifican. “Operación bikini”, “cuerpo de verano”, “pierde cinco kilos en dos semanas”… ¿Cómo no va a afectar? Esta vez he decidido seguir en redes a chicas con cuerpos más parecidos al mío, que se muestran con seguridad en la playa, en bikini, felices. Lo necesito. Necesito verlo para poder creerlo.
He tenido celulitis desde muy pronto. Recuerdo perfectamente tener 14 años y pasarme la noche sin dormir antes de una clase de piscina en el instituto, solo por el terror de que mis compañeros me vieran en bañador. Me daba vergüenza. Me sentía mal. Y lo peor es que, más de una década después, eso sigue ahí. No solo la celulitis, también la vergüenza de que me la vean.
Cuerpo y mente… una relación difícil
Tengo que confesar algo que creo que nunca he dicho en voz alta. Cuando sale el tema de tener hijos, muchas mujeres dicen que lo que más miedo les da es el parto. ¿Sabéis qué es lo que más miedo me da a mí? El embarazo. Pero no por el dolor, sino por cómo se transformará mi cuerpo y por si sabré aceptarlo. Me da vergüenza pensarlo, pero es un miedo real. Un miedo que convive con otro: el de sentirme culpable por pensar así, porque mi cuerpo, al fin y al cabo, es completamente normativo. Tengo una talla 36/38. ¿Qué derecho tengo yo a quejarme? Y aun así, lo hago. Porque no conozco a una sola mujer que tenga una relación totalmente buena con su cuerpo. Siempre hay algo. Siempre hay alguien con quien compararse. Siempre hay algo que cambiar. Es agotador. Y no sé si algún día dejará de ser así.
Lo peor no es solo sentir todo esto, sino la forma cruel en que me hablo a mí misma. Si una amiga me dijera que piensa de ella lo que yo acabo de escribir, la abrazaría. Le diría que su cuerpo no es una cárcel, que es un lugar donde vivir, donde bailar, donde reír. Le diría que no existe un cuerpo ideal. Que los cuerpos no se dividen en válidos o no válidos. Pero cuando me lo digo a mí, no lo creo igual. Sé la teoría, pero no la practico.
Compartir la vulnerabilidad
He dudado mucho si compartir esto. Es muy personal. Pero esta semana escuché a Isabel Allende decir algo que me marcó: “No tengo miedo de escribir mis experiencias. No he vivido nada tan terrible que no haya vivido otra persona.” Y pensé: si esto que siento lo hemos sentido muchas, quizás hablarlo es una forma de romper un poco con mis cadenas.
Empieza el verano. Y yo solo quiero ir a la playa sin pensar en cómo me siento para que no se me marquen rollitos. Solo quiero ser capaz de tumbarme al sol sin controlar cómo me coloco. Quiero estar bien. Porque mi cuerpo no debería ser un obstáculo para mi felicidad. Es el vehículo que me permite vivir. Y espero, de verdad, poder interiorizar todo esto que escribo y dejar de sentirme prisionera.
La semana en datos:
Me he cortado las uñas y ahora las llevo azul cielo.
He visto a algunas de mis amigas POR FIN en persona después de meses.
He visto “Mamma Mia” la 1, que siempre es recargante.
He podido ir a la playa varios días… mi paraíso.
He comido tortilla de patatas, fuet a montones y paella.
Me he terminado el libro octavo libro de la saga “Los Crímenes de Fjällbacka” de Camilla Läckberg y genial.
Gracias por leerme, por acompañarme y por crear este espacio donde se puede hablar de todo, incluso de lo que cuesta.☀️